CATALEJO

Esas 84 medallas son pruebas de esfuerzo

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Dentro de las duras realidades de Guatemala, a veces hay luces de esperanza y de satisfacción. Los chapines regresaron, con orgullo muy justificado, colgando en sus pechos 84 medallas cosechadas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en Barranquilla, Colombia. De esas preseas, las 21 de oro sobresalen más por ser primeros lugares, pero a mi juicio también las 22 de plata y las 41 de bronce tienen similar valor, pues fueron conquistadas ante potencias de los países del área. No conozco de deportes, pero como guatemalteco me siento satisfecho porque esos jóvenes demostraron la calidad personal de quienes ven al deporte como una actividad muy seria, a la cual dedican su entusiasmo y el espíritu de lucha por lograr algo valioso para ellos y el país.

De los resultados, veo como una meta superable el de la República Dominicana, con 107 medallas: 25 de oro, 29 de plata y 53 de bronce, por ser un país muy similar a Guatemala. Y me doy cuenta de las características de individualidad de la mayoría de las disciplinas: las medallas doradas fueron obtenidas en patinaje, navegación a vela, gimnasia, pentatlón, natación, tiro, karate, boxeo, bádminton y tiro al arco. Son deportes, además, con la característica de no atraer a grupos numerosos de personas. Y en un país donde el futbol reina sobre los demás deportes, su mala situación se refleja en la creencia de ser el nuestro un país donde el deporte no puede ser fuente de satisfacciones. Resultados como los de Barranquilla ayudan para comenzar a borrar esa idea.

Al ser el deporte una actividad para lograr disciplina y constancia, los deportistas participantes en otras disciplinas sin haber logrado alguna presea también merecen ser mencionados, felicitados por su participación e instados a superarse para nuevas competencias. Igualmente son dignos de mención quienes practican y participan, pero conscientes de cuál es el nivel de sus capacidades. Ver a otros deportistas demostrando capacidades naturales superiores, y admirarlos por eso, es una de las lecciones colaterales del deporte. Se debe participar con el fin de obtener la victoria, pero si esa no llega, es digno reconocerlo y sobre todo no permitir a la envidia y la amargura penetrar en los sentimientos. Claro: decirlo es muy fácil pero lograrlo es muy distinto.

La prensa nacional ha informado de la más alta cosecha de triunfos de la historia deportiva del país. Algunas personas, con buena intención pero sin conocimiento, incluso han mandado mensajes de felicitación porque se trata de “noticias positivas”. Son noticias, punto, relatos de hechos en sí mismo importantes, novedosos. Al compararlo con la tragedia del volcán de Fuego, no es una “noticia negativa”. El hecho originario es dramático, doloroso, etcétera, pero la información del asunto no es negativa, sino al contrario. Es positiva porque señala una o varias verdades desconocidas en cuanto a la localización de las aldeas, de la construcción de centros turísticos. Siguiendo esa lógica, no se debería informar ni de la erupción, ni del mal uso de la ayuda.

Ante esta agradable realidad de estos triunfos en las justas deportivas, ya el gobierno debería tener en preparación algún tipo de festejo dentro de pocos días, antes del fin del efecto en una población cansada de enterarse del caleidoscopio de las absurdas y contraproducentes, muchas veces, decisiones gubernativas y de otros sectores. La sorpresa agradable de ese medallero chapín les permite a ustedes constituir un ejemplo para quienes son aun más jóvenes y convencerlos a no rendirse, ni aun estando vencidos, así como a sugerirles a quienes están algunos pasos atrás, a ver en sus sueños una realidad aún no materializada, pero no imposible. Ojalá esta cosecha sea el mejor aliciente para ver más alegrías en el tan nebuloso panorama nacional.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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