CATALEJO

“Asesinar” mensajeros es contraproducente

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El segundo vicepresidente de la Asociación de Gerentes de Guatemala (AGG), quien se identifica  como Ramón Zaghi, seguramente tiene un homónimo, lo cual es posible, aunque poco probable porque su apellido no es común. Esta persona se ha dedicado desde hace meses a lanzar mensajes vía twitter para dejar pruebas fehacientes de su estulticia malsana. El 29 de agosto del 2017, por ejemplo, decidió declarar a Guatevisión “traidor a la patria” y “non grato”. Este 8 de agosto felicitó a los empresarios porque “finalmente se dieron cuenta de que estaban alimentando al enemigo” y agregó mensajes falsos en los cuales  califica a este diario de “pasquín comunista”, cuyos dueños “ambicionan poder y quitar gobiernos según les paguen”, y “son corruptos al servicio del narcofarc”.

Ante esto, es válido preguntarle por este medio al ingeniero Manuel Gordo, presidente de la AGG, si la junta directiva y la entidad comparten tales absurdos. Le solicito una explicación, con el objeto de publicarla el lunes, y si no llega, consideraré ese silencio como una aceptación. El impresentable señor Zaghi se coloca en el grupo de estultos deseosos de matar a los medios de comunicación independientes, sin darse cuenta de no ser esa propuesta un asesinato, aunque sea intelectual, sino una estupidez, como dijo el jefe policial francés José Fouchet. La lógica es muestra de idiocia: si el mensajero trae noticias malas, a mi criterio, acabemos con él. Después de eso, claro, será imposible conocer otras noticias ni enviar algunas distintas.

"Al desaparecer la prensa seria, se deja el espacio a las anónimas redes sociales".-

Los mensajeros tienen la ventaja para el recipiendario de señalar una verdad incómoda, molesta, etcétera. Matarlos es producto de ofuscación momentánea, con lo cual cae en la categoría de homicidio culposo, pero cuando es el resultado de reuniones, planificación, amenazas, se convierte a las claras en un asesinato. Silenciar la verdad de algunos temas, en vez de actuar con el fin de colocar otras verdades, pues ni existe una verdad absoluta, es exactamente como la acción del avestruz, al esconder la cabeza en el suelo y dejar el cuerpo listo para cuando reciba algún ataque. Por aparte, dadas las actuales circunstancias de la comunicación, este asesinato deja a la ciudadanía a la merced de las mentiras anónimas propaladas por las redes sociales.

En el caso de Prensa Libre y Guatevisión, los ataques tienen varias características: a) ser cobardes porque se utilizan “netcenters” anónimos; b) estar dirigidos directamente a personas. Son cobardes porque con excepción del caso Zaghi, llegan escondidos detrás de nombres inexistentes. Para mientras, la sociedad se ve afectada, como se ha demostrado muchísimas veces. El periodismo serio, profesional, con todos sus errores al ser producto de seres humanos, es una protección contra toda la miríada de publicaciones cobardes, anónimas, seguidoras de consignas y realizadas por gentuza cuya motivación es el dinero y entonces una suma mayor les hace cambiar y atacar a sus patronos actuales. Es un asunto de simple y puro sicariato intelectual.

Los enemigos (no los críticos) del periodismo informativo y de opinión, tienen tendencia a endiosarse sin importar el grupo al cual pertenecen, gubernativo o no. La prensa solo puede defenderse con sus herramientas: informar, opinar y reproducir opiniones. Evidentemente, todo eso ofende a aquellos sin la capacidad ni la voluntad de entender el papel de ese mensajero, al cual por ironía recurren cuando están en problemas, reales o creados. La estulta decisión de eliminar mensajeros olvida quiénes han sido históricamente sus antecesores: los tiranos, los dictadores, los demagogos y sobre todo quienes no se dan cuenta de actuar como comparsas. Por todo ello, las entidades serias, como la Asociación de Gerentes de Guatemala, no tienen alternativa a explicar sus posiciones, si no comparten esos infundios.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.